Importante

Nota: Es mi lema frente a la vida, es respetar a los demás, tal y como me gusta que me respeten a mí. Amo a los animales por encima de muchos humanos. Casi siempre me dejo guiar por el corazón, aunque me lleve muchos disgustos. Soy amiga de mis amigos y los defiendo con la mejor arma que tengo, con sinceridad y la verdad. Aun no siendo rencorosa y perdonar con facilidad, aparto sin temblarme el pulso, a las personas toxicas y no perdona la traición a mi amistad. Si no te gusta mi manera de pensar, si no eres defensora/ or, de los animales; no me interesas ni como humano, ni como amigo. Te agradecería que me borraras de tus amigos y salieras de esta página.

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lunes, 10 de febrero de 2014

El médico 2ª parte




A los diez años había acabado sus estudios escolares y podía recitar de memoria el Corán. Su padre le mandó  aprender filosofía con Abu Abdallah al- Natili, quien le descubrió a Porfirio, Aristóteles, Euclides y Ptolomeo. Pronto el alumno superó al maestro. A los dieciséis, sus conocimientos de medicina eran tan completos que fue llamado a palacio para que auscultara a Nuh ibn Mansur, emir de Bujará, cuyos médicos no acertaban a diagnosticar el mal que padecía. Ante el asombro de la corte, Avicena descubrió que el emir bebía en una copa adornada con  pinturas que contenían plomo, lo que le estaba envenenado. Agradecido por su pronta recuperación, Mansur le abrió las puertas de su biblioteca, donde el joven galeno encontró una nueva y poderosa fuente para saciar su sed de  conocimiento.

Las ilustraciones muestran a Avicena con un aspecto imponente. En un relato le retrataban así: “Solía sentarse muy cerca del emir, cuyo rostro brillaba de placer al observar maravillado su buena apariencia e inteligencia. Y cuando hablaba, todos los presentes escuchaban atentamente, sin decir una palabra”. Durante año y medio se dedicó al estudio con ahínco. Su memoria era prodigiosa. “En ese tiempo no dormí una sola noche entera y durante el día no me ocupaba otra cosa que dominar las ciencias […]. Así llegué a ser maestro en lógica, física y matemáticas”, escribió Avicena en su biografía. Cuando se incendió la biblioteca de Bujará, la gente se consoló diciendo: “El santuario de la sabiduría no ha desaparecido, se ha  trasladado al cerebro de Ibn Sina”. Tras la muerte de su padre, el joven galeno se mudó a Gurgandj –actual Urgench–, donde el emir Ali ibn Mamun había reunido en su corte a una pléyade de sabios, entre ellos el matemático y filósofo Al-Biruni, con quien Avicena mantuvo una fructuosa relación epistolar. Con veinte años, leyó la Metafísica de Aristóteles. Y de ella dice lo siguiente en su biografía: “Sus  intenciones  eran oscuras para mí”. Ajeno al desaliento, leyó cuarenta veces el libro hasta que logró memorizarlo, aunque su esencia se le resistía. Un día que paseaba por el bazar de los libreros compró uno titulado Comentarios sobre metafísica, de Abu-Nasr al-Farabi. “Volví a mi morada y me apresuré a leerlo. En el acto se me revelaron los propósitos que perseguía Aristóteles en su obra, puesto que la conocía de memoria”.

En aquellos años, Gurgandj era un importante centro cultural y comercial, en cuyo bazar deslumbraban los rubíes de Yemen, las esmeraldas de Egipto, las turquesas de Nishapur, al noreste del actual Irán, o las perlas del golfo Pérsico. En los tenderetes de la medina se exhibían corales africanos, la seda que provenía del Turquestán y China, el oro de Sudán, los preciados esturiones del lago Van –en la actual Turquía– y el excelente vino persa, que tanto disfrutó Avicena. Tras nueve años en Gurgandj, el médico abandonó la ciudad coincidiendo con la invasión de la región y de un buen número de territorios persas por el emir turco Mahmud. Avicena se refugió en Gorgan, localidad situada al sureste del mar Caspio donde conoció a Abu Obeid el-Juzjani, quien iba a ser durante un cuarto de siglo su más fiel discípulo. Por entonces el galeno, que tenía 32 años, empezó a escribir su obra maestra, Canon de medicina, que fue traducida al latín por Gerardo de Cremona un siglo después de publicarse, lo que facilitó su difusión en Europa.

En sus cinco volúmenes, el genial persa compiló de forma ordenada los conocimientos médicos y farmacéuticos de su época. La obra fue impresa más de treinta veces entre los años 1400 y 1600, lo que da idea de la trascendencia que  Tuvo para varias generaciones de doctores en el mundo musulmán y también en Europa. Avicena fue el precursor de la traqueotomía y el primero que detalló correctamente la anatomía del ojo humano y que explicó con precisión el sistema de los ventrículos y de las válvulas del corazón. “También describió la viruela y el sarampión, enfermedades que no conocían los médicos de la Grecia antigua, e hizo un análisis de la diabetes que no difiere prácticamente del que hiciera el especialista inglés Tomas Willis ocho siglos más tarde”, afirma  Muhamed S. Asimov, que fue presidente de la Academia de Ciencias de Tayikistán. El autor del Canon salió de Gurgan con su discípulo para dirigirse a la ciudad de Raiy, donde ofreció sus servicios a quienes lo solicitaban, fueran ricos o pobres  sin recursos. En aquella época, Avicena dictó a El-Juzjani cuatro obras: Los remedios para el corazón, Compendio sobre que el ángulo formado por la tangente no tiene cantidad, La epístola del médico y Las cuestiones generales de la astronomía. Pronto fue llamado por la reina Sayyeda para que se ocupase de la enfermedad que amenazaba la vida de su hijo, Majd al-Dawla.

domingo, 9 de febrero de 2014

El Médico



El Médico: El regreso del sabio Avicena 

 Como es largo, lo pondre en dos entregas. No os perdais esta maravillosa historia 

El gran estreno de esta Navidad, El Médico, basado en el best seller de Noah Gordon e interpretada por el actor británico Ben Kingsley y Olivier Martinez rescata la figura del sabio persa Avicena. Este personaje histórico fascinó a su tiempo por el dominio y el conocimiento que poseía en todos los campos científicos y filosóficos. Te mostramos su historia.

Entre los años 750 y 1258, los abasíes pusieron en pie un inmenso imperio que supuso el momento de mayor esplendor de la cultura árabe clásica. Teólogos –Al-Ghazali, Ibn Hazm–, místicos –Al-Hallaj, Attar, Ibn Arabi–, literatos –Abu Nuwas, Omar Jayyam–, geógrafos –Al- Muqaddasi, Idrisi– y médicos –Averroes– florecieron al amparo de esa brillante dinastía. Pero entre todos ellos destacó la luminosa fi gura del persa Abu Ali ibn Sina, más conocido en el mundo occidental como Avicena (980-1037). Sus vastos conocimientos en todas las ciencias deslumbraron a los hombres de su tiempo, ya fueran emires, mendigos o poetas, y su erudición e influencia le convirtieron en Al-Shaij al-Rais, esto es, ‘el primero de los sabios’.

Aunque había nacido en tierras de Persia, Avicena se expresaba en árabe y era fiel seguidor del Corán. No solo fue un filósofo de conocimientos enciclopédicos que destacó como poeta, científico y matemático, sino también uno de los principales galenos de todos los tiempos, por lo que sus alumnos y seguidores le llamaron el príncipe de los médicos. Por otra parte, su quehacer intelectual no le impidió ser un gran vividor y un epicúreo nato. Le gustaba el vino, fumaba opio, amaba a las mujeres y coqueteó con el sufismo, aunque nunca renunció al chiismo. Omar Jayam consideraba a Avicena su maestro en filosofía y en poesía. También le enseñó el camino para aprender las cosas buenas que ofrece la vida. Avicena pensaba que “el vino es amargo y útil como el consejo del filósofo, está permitido a la gente y prohibido a los imbéciles. Empuja al estúpido hacia las tinieblas y guía al sabio hacia Dios”.

Aquel hedonista empedernido conoció las amarguras del destierro y la cárcel, pero también las mieles del poder cuando le hicieron gran visir –cargo equivalente a primer ministro– de Hamadán. Fue un viajero infatigable que recorrió Asia Central y Persia, lo que no le impidió escribir cientos de obras sobre diversos temas, como El canon de medicina (Al-qanun) y El libro de la curación (Al-shifa). Su influencia alcanzó todo el islam, llegó a Europa a través de al-Ándalus y se mantuvo viva varios siglos. Durante su turbulenta juventud, Persia estaba ocupada por los árabes, que llevaban allí casi tres siglos. Dos dinastías locales, los samaníes y los buyíes, se disputaban el poder en aquel vasto territorio. Sus disensiones fueron aprovechadas por una tercera dinastía, la de los turcos gaznawíes, que dieron la puntilla a los samaníes. En ese escenario se desenvolvió Avicena, cuya vida conocemos gracias a un pequeño libro escrito por él mismo y por su discípulo Abu Obeid el-Juzjani. Nuestro protagonista nació en el año 980 en la localidad de Afsana – actual Uzbekistán–. Poco después, sus padres se trasladaron a Bujará, donde el pequeño Avicena empezó a leer el Libro Sagrado.

jueves, 6 de febrero de 2014

Julio Verne

Seis cosas que deberías saber sobre Julio Verne

 Cuando Julio Verne (1828-1905) decidió romper definitivamente las expectativas de su padre de ser un gran abogado para sentarse a escribir libros tenía una idea en la cabeza: tender un puente entre la ciencia y la literatura, acercando los avances científicos y el espíritu de "aventura" de la época a todos los públicos. Y lo consiguió. En el aniversario del nacimiento del popular escritor francés, te contamos algunas anécdotas clave de su vida y su obra.

Sueños de juventud. Una anécdota que muchos biógrafos le atribuyen a Julio Verne es que a los 11 años se escapó de casa para embarcar como grumete en La Coralie, un barco que zarpaba rumbo a la India. Cuentan que su padre, el severo Pierre Verne, llevó de vuelta a casa al aventurero, y tras reprenderle le hizo jurar que no viajaría más que en sueños.

Libros para viajar. La colección "Viajes extraordinarios" nació en 1862 cuando, tras escribir Cinco semanas en globo, Verne encontró a un editor dispuesto a publicarle, el famoso Jules Hetzel. Hetzel y Verne firmaron un contrato para escribir y publicar tres novelas anuales como parte de un programa educativo dirigido a la juventud. En el prefacio a las Obras completas, Hetzel escribió que aquello era un intento de "resumir todos los conocimientos geográficos, geológicos, físicos y astronómicos, amasados por la ciencia moderna". Verne subtituló a su serie de novelas: "Viaje a través de los mundos conocidos y desconocidos".

El sueño espacial. De la Tierra a la Luna se publicó originalmente por entregas en el periódico francésJournal des Débats. Verne se ganó al público desde el primer capítulo. Una anécdota que lo demuestra es que, después de que el protagonista de la historia, Miguel Ardan, enviara al presidente del "Gun Club" el famoso telegrama "Reemplácese granada esférica por proyectil cilíndrico-cónico. Partiré dentro. Llegaré vapor Atlanta", centenares de personas lo emularon y solicitaron al periódico el honor de ser incorporados a la expedición lunar.

Ciencia y geografía. En una entrevista publicada por el diario norteamericano The Pittsburgh Gazette, Verne declaró: ?Le sorprenderá quizás saber que no me enorgullece particularmente haber escrito sobre el automóvil, el submarino, el dirigible, antes de que entraran en el dominio de las realidades científicas. Cuando he hablado de ellos en mis libros como de cosas reales, ya estaban inventados a medias. Yo me limité simplemente a realizar una ficción de lo que debía convertirse después en un hecho (...) Cada hecho geográfico y científico contenido en cualquiera de mis libros ha sido examinado con mucho cuidado y es escrupulosamente exacto?.

Inspiración. Julio Verne ha sido un ejemplo para muchos científicos. El almirante Byrd afirmó que si no hubiera sido por Verne no habría ido nunca al Polo Sur. El químico ruso Dimitri Mendeleiev calificaba a Verne de "genio científico" y leía constantemente sus obras. Y Yuri Gagarin, el pionero astronauta, dijo en una ocasión: "Ha sido Verne quien me ha hecho decidirme por la astronáutica".

Sus favoritos. Entre los escritores que le precedieron, Julio Verne admiraba especialmente a Charles Dickens, de quien decía que eclipsaba a todos los demás "por su increíble fuerza y justeza de expresión", además de por su humor. De sus contemporáneos, en una entrevista hecha en 1904 declaró su fascinación por la obra de George Wells, autor de La guerra de los mundos. "Algunos de mis amigos me han dicho que su trabajo se parece mucho al mío, pero creo que se equivocan. Lo considero un escritor puramente imaginativo, digno de los más grandes elogios, pero nuestros métodos son completamente diferentes. En mis novelas siempre he tratado de apoyar mis pretendidas invenciones sobre una base de hechos reales [...] Las creaciones del señor Wells pertenecen a una edad y grado de conocimiento científico bastante lejano del presente, por no decir que completamente más allá de los límites de lo posible. No sólo elabora sus sistemas a partir del reino de lo imaginario, sino también los elementos que le sirven para construirlas. Por ejemplo, en su novela Los primeros hombres en la Luna se recordará que introduce una sustancia antigravitatoria completamente nueva, de la cual no conocemos ni la pista más ligera acerca de su modo de preparación o su composición química real".