Mariana
Mariana, tenía veinte años, era una muchacha, bonita,
elegante, con una educación exquisita. Sus padres con un poder adquisitivo
alto, le dieron los mejores estudios y ella, los aprovecho.
Su infancia trascurría entre el mar y el asfalto. Sus padres
y ella, en vacaciones volvían a la casa de su abuela, situada en la costa. se
reunía con sus familiares, tíos, primos y amigos. y sus raíces, era su zona de
confort, allí, se sentía segura.
Después de saludar a todos, se dijo que a sus amigos los
vería, después del baño. Estaba ansiosa de verlos, pero más, de darse un
chapuzón.
Mariana, se fue a las rocas era su sitio preferido, allí,
nadie la molestaba. Pero esta vez, estaba ocupado por un muchacho que hasta
entonces no había visto nunca.
—¿Quién eres? Este sitio es mío. —Le dijo ella.
—Perdón. No vi ningún nombre.
—Aquí no viene nadie. Solo yo.
—Repito. No veo nombre alguno.
El muchacho tenía razón, y Mariana, tuvo que ceder.
—Me llamo María.
—Paolo. —dijo él. He venido con unos amigos. Siento haberte
quitado tu sitio.
—Está bien, tampoco es mío. Vengo aquí, porque la playa está
muy llena y me gusta la soledad.
Paolo, un muchacho de veintidós años, nada tenía que
envidiar a los mejores modelos de alta costura de Italia. Mariana, quedó
prendada de él, pero lo disimulo muy bien; ella, siempre había tenido claro que
sus estudios era lo primero y amigos muchos, pero ni novios, ni enamoramientos.
Terminar su carrera, era lo más importante para ella, nada la desviaría de sus
objetivos, pero podían ser amigo, se dijo.
Los días pasaban y aunque Paolo, vivía en Italia, se veían solo
en vacaciones, por deseo de Mariana, ya que lo primero, era lo primero, su
carrera.
Ese verano, Mariana, tenía muchas ganas de ver a Paolo.
Llegó a la casa de la familia de él, y ella, quedó sorprendida, ya que entre su
gente había una muchacha muy atenta con él.
—Mariana. ¿Cuándo has llegado?
—Hace una hora; como me dijiste cuando hablamos, que ya
estabas aquí, y no venías, pues me he acercado yo.
La familia de Paolo, le dio la bienvenida, ofreciéndole una
silla para sentarse, ella se sentó, pero su intuición le decía, que algo no
estaba bien.
—Me sentaré un ratito, tengo que volver a la casa, todavía
tengo las maletas en el coche y no he visto a mi familia.
Se despidieron, quedando después en verse donde siempre.
Habían pasado varios veranos desde que se conocieron y la relación entre ambos,
parecía ir bien, o al menos eso creía Mariana. Al atardecer, Mariana, se
encontraba sentada frente al mar, absorta en sus pensamientos, Paolo, apareció
por detrás e hizo ademán de empujarla.
—Eh, ¿qué te pasa? Me has asustado.
Él, se rio.
—No veo la gracia.
—Tampoco es para tanto, mujer.
—¿Quién es la muchacha, que está en tu casa? —Nunca la había
visto.
—¿Manuela? Es una amiga. Sus padres son amigos de los míos y
bueno, el primer año vine con mis amigos, que fue cuando tú y yo nos conocimos,
pero al hablarle tanto de este pueblo costero a mis padres y estos alquilar la
casa de verano, pues, la han invitado a venir con nosotros. Nadaron un rato,
pero a mariana ya no le gustaba el rumbo que estaba tomando dicha relación.
Ella no estaba para tonterías, era consciente de que algo no tenía sentido,
pero, también era cierto que se iban haciendo más adultos y lo que antes
parecía un romance de verano, ahora ya no lo era tanto.
Y el verano terminó. Paolo, le recriminó, que tuviera que
volver a la ciudad. A Mariana, no le gustó su actitud, pero ella ya se lo había
dicho varias veces, su carrera y después lo que hiciera falta. Paolo trabaja en la empresa de su padre de
relaciones públicas y él, tenía mucho tiempo libre, hecho, que también le
espeto en cara a Mariana.
—Paolo. Cuando nos conocimos, te deje bien claro que no
quería interferencias entre mis estudios. Para mí, es muy importante terminar
mi carrera y labrarme un futuro, y lo entendiste. ¿Qué ocurre ahora, ha
cambiado algo y no me he enterado?
—Que tengo tiempo y tú estás lejos, simplemente, que te echo
de menos y no quieres ni que te vaya a visitar a la universidad, solo vernos en
los veranos y yo pienso, que para qué tanto estudio, tengo suficiente dinero
para mantenerte y lo más probable, es que ni trabajes cuando vivamos juntos.
—No comprendo que te ocurre Paolo, termino de decírtelo, no
quiero interferencias. Ni a nadie que me mantenga. Yo soy una persona
autosuficiente para mantenerme por mi misma, y si vivimos juntos, quiero
trabajar, cada cual tiene sus objetivos.
—Bien. Mariana, pues no es así como yo lo veo, tendrás que
decidir, si te quedas conmigo o te vas.
—Pero, te estás escuchando lo que dices, no tiene ningún
sentido Paolo. Y lo lamento mucho, pero me tengo que ir. Creo que ha sido una lástima
el tiempo que he perdido contigo, pensé que eras diferente, pero me doy cuenta
que me quieres manipular y peor todavía, deslumbrar con tu dinero. Tú actitud
demuestra, que lo que yo quiero para mi vida no te interesa lo más absoluto, y
dicho esto, lamento profundamente que te valgas de tu posición para atraer a
una mujer. Sí, será mejor que lo dejemos aquí y ahora. No eres el hombre que
deseo que comparta mi vida.
Mariana, se dio la vuelta y hizo ademan de marcharse, pero Paolo,
no estaba dispuesto a le dejaran, sintió en su cuerpo una oleada de colera y con
los ojos ensangrentados, la cogió por la cintura con toda su furia y como si
fuera un bulto, la lanzó al mar.
Mariana, sabía nadar perfectamente, pero al no esperarse que
Paolo, reaccionara de la manera en que lo hizo, se día con una roca en la
cabeza, perdiendo el conocimiento. Gracias a dios, Matteo, se encontraba
buceando en la zona y pudo ver lo que pasó perfectamente, la socorrió sin
demora y la llevó a su casa. Pasaron horas antes de que Mariana, abriera los
ojos.
—¿Dónde estoy?
—Mariana, ¿cómo te encuentras, te duele algo, estás mareada?
—Un poco mareada. ¿Qué hago aquí?
—¿No recuerdas que pasó?
—No. Estaba hablando con Paolo y no recuerdo nada más.
—¿Estabais discutiendo?
—No lo sé. ¿Por qué me preguntas eso?
—Mariana. Tengo que decirte algo.
—Dime, me estás asustando.
—Paolo, te tiro al mar, Marina, con tanta fuerza, que te
distes en la cabeza con una roca.
—¿Cómo?
—Llama a la policía Matteo, por favor, llámala, y también a
mis padres, lo haría yo, pero me da todo vueltas.
—No te preocupes, yo llamaré.
Matteo, se sorprendió mucho de la reacción de Mariana. Pues
hasta ese momento, pensó, que lo defendería a capa y espada, pero no, no lo
hizo. Por tanto, pensó que algo pasó entre ellos, antes de que la tirara al
mar.
—Matteo. ¿Cuánto tiempo llevo aquí?
Mariana tenía destellos de la discusión con Paolo y empezaba
a recordar lo que le había ocurrido encima de las rocas.
—Matteo. Estoy recordando. Le estaba diciendo a Paolo, que
lo nuestro se había acabado. Él quería que dejara mi carrera, que tenía
suficiente dinero, como para que yo no tuviera que trabajar, le dije que eso no
iba a ocurrir, también le dije, que lo nuestro había llegado a su fin y ya no
recuerdo más.
—Pues, yo puedo completar lo que no recuerdas, te encontré
en el agua, sangrando, te habías dado un golpe en la cabeza con las rocas y le
vi asomarse, supongo que para cerciorarse de que no saldrías del agua. Lo que
él no sabía es que yo estuviera buceando en la zona. Te saqué del agua y te
traje a mi casa y llame al médico. Dijo que no me preocupara, el golpe parecía
menos de lo que aparentaba, pero que, si en unas horas no reaccionabas, te
llevara inmediatamente al hospital.
—¿Qué ha dicho la policía?
—Que vienen enseguida.
—O sea, que, si no llegas a estar, me hubiera ahogado,
quería matarme. Hijo de p…
Cuando llegó la policía, Mariana, contó hasta donde
recordaba y Matteo el resto. La policía, le preguntó a Matteo, si testificaría
si hiciera falta, a lo que él respondió, que por supuesto. Ella, le pregunto a
los agentes que iban a hacer al respecto y estos le respondieron, que
detenerlo, por intento de asesinato. Matteo, nada más llegar a su casa y
después de que el médico le dijera, que tenía una leve conmoción y de llamar a
la policía, llamó a los padres de Mariana, contándoles lo ocurrido a Mariana, los
padres de Mariana, preocupados, se encontraban en la ciudad, comprando víveres y
que iban enseguida, pero Matteo, les tranquilizó, diciéndoles que estaba
dormida y que nada podían hacer. Por tanto, les dijo que hicieran lo que
tuvieran que hacer y cuando terminaran, que fueran a la casa, que Mariana
ahora, se encontraba en buenas manos.
Al rato de estar hablando con los policías, llegaron los
padres de Mariana, la abrazaron preocupados.
—¿Cómo te encuentras hija?
—Mejor, no os preocupéis.
—¿Qué van a hace al respecto? —Pregunto el padre de Mariana.
La policía, les
comentó, que Paolo, tenía una orden de detención por maltratar a su novia y no
acudir al juzgado el día del juicio, salió fajo fianza, por eso no estaba en la
cárcel.
La policía no quería decirle a Mariana, que Paolo la había
matado, pero al final tuvo que hacerlo.
—¿Cómo se encuentra su novia? —Pregunto Mariana.
—Lamento decírselo. La asesinó.
—¿Cómo? —Preguntó Mariana. No puede ser, pero, ¿cómo no me
di cuenta de quien era este hombre? Me he estado engañando todo este tiempo.
—No, por favor, no haga eso. Está actuando como una víctima
y usted a nuestros ojos, es una superviviente y dé gracias que sólo ha sido un
golpe. La novia de este hombre no tuvo esa suerte. Pues vivía con él y no tuvo
ninguna oportunidad.
—Por el amor de dios. —exclamó el padre de Mariana.
—Era un encanto, papa. Pensé que era tal cual se dejaba ver.
—Si lo vuelvo a ver, lo mato yo. —Exclamo su padre. Ya no te
puedes fiar de nadie en estos tiempos. Con lo buen chico que parecía, nos ha
engañado a todos.
—Señor. Hay personas que son encantadoras, amables,
embaucadores y son asesinos en serie. —dijo el policía.
—tiene usted toda la razón. Sus padres tienen dinero. No se
librará, ¿verdad?
—Este hombre, irá a la cárcel por muchos años. Ha sido un arduo trabajo el que hemos hecho, para acusarle del asesinato de su novia y ahora, intento de asesinato. No le quede la menor duda, ni todo el dinero de sus padres, saldrá impune, está vez, no. Pasará muchos años entre rejas.
Los policías, se despidieron y se marcharon. Los padres de
Mariana, ante la insistencia de Matteo, se quedaron a cenar. intentando tranquilizarse
ellos y a la vez a Mariana. Era muy tarde y sus padres le dijeron a Mariana,
que se quedara allí, en casa de Matteo, ella, miró a Matteo y este acepto
encantado. Aunque empezaba a refrescar un poco, Mariana, se sentó en la
terraza, Matteo, cogió una de sus chaquetas y la dejó caer por los hombros.
—Sabes Matteo. Estoy
pensando que este es mi ultimo año en la universidad y antes de ponerme de
lleno a trabajar, voy a tomarme unos meses de relax, me iré a viajar, me vendrá
bien y, también estaba pensando, ¿Qué te parecería si me acompañaras?
—Sería todo un honor acompañarte.
A veces, creemos que hemos conocido al hombre de nuestra vida, sin darnos cuenta, de que lo teníamos desde hacía mucho tiempo a nuestro lado.
Fin
Ana Giner.